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miércoles, 6 de junio de 2012

Más allá del Museo del Agua: Una mirada abierta al territorio.

Parece pertinente, cuando la polémica sobre el Museo del Agua y la construcción del tanatorio en el mismo edificio que aquel ocupa está llegando a su cénit, hacer un poco de memoria y comprender como fue la génesis del proyecto del Museo.


En el año 2007, cuando el Equipo de Gobierno del PSOE de Lanjarón accede a la responsabilidad de gobernar nuestro pueblo, se encuentra con una subvención otorgada por la Consejería de Turismo, Comercio y Deporte de la Junta de Andalucía, para hacer un denominado Museo del Agua.

Este proyecto no le era desconocido al aquel entonces, nuevo Equipo de Gobierno. Durante los tres años precedentes, el que fuera Alcalde y máximo instigador de las divisiones y rencillas que hoy asolan nuestro pueblo, José Rubio, había vendido aquel  como un grandioso proyecto que iba a hacer en Lanjarón. Digo que había vendido, porque del proyecto en cuestión no había nada de nada. Durante mucho tiempo, nos dijo que lo quería construir en la antigua casa forestal que hay junto al Parque del Salado, pero, según la normativa reguladora de estas subvenciones, no se podían invertir estos fondos en terrenos que no sean titularidad municipal, o sea, que aunque se consiguiera, que no se consiguió, la cesión de esos terrenos, el Museo del Agua no se podía hacer en ellos. Primer problema, no había terrenos.

Tampoco había un proyecto de edificio, unos planos, un proyecto de edificación, nada. Y si hablamos de proyecto de Museo, de contenidos, igual.

Para colmo, el plazo de la subvención finalizaba en noviembre de ese mismo año. Había solo cinco meses para desbloquear la situación. Desde luego, no faltaron personas sensatas que, desde diferentes ámbitos, nos recomendaran renunciar a la subvención, no faltaba quien viera imposible sacar adelante, en cinco meses, lo que el anterior gobierno no había sido capaz en tres años.

Pero un Equipo de Gobierno recién entrado, un Equipo de Gobierno ilusionado, un Equipo de Gobierno que creía de verdad que había llegado para hacer una transformación sustancial de Lanjarón, no podía derrotarse antes de empezar, no podíamos tirar la toalla en la primara dificultad que surgiera.

Lo primero era designar unos terrenos, luego, preparar un concurso de ideas para la redacción del proyecto que, dada la premura de tiempo, debía ser un proyecto integral, edificio, contenidos y ejecución de la obra. Posteriormente, con este trabajo realizado y, por tanto demostrando a la Consejería que nuestra apuesta iba en serio, negociar las oportunas ampliaciones de plazo que nos permitieran su ejecución.

La situación era difícil, máxime si vemos el presupuesto con el que se contaba, 310.600 euros, aportación municipal incluida. Sirva de referencia que el Museo de la Miel ha costado más del doble.

Pero esta es la génesis del Museo, génesis que creo que ya he contado mil veces y, tengo que decir, que en muchas ocasiones, cuando oigo las críticas a la estética, al contenido o a cualquier aspecto del Museo, no puedo evitar preguntarme cuales hubieran sido las consecuencias de haber dejado escapar la subvención, de no haber luchado por ella, de no haberse hecho lo que se hizo. El reconocimiento exterior nos hace ver que mereció la pena, lo demás, por las diferentes connotaciones que tiene, creo que merece que se le dedique un capítulo aparte en este u otro espacio de opinión.

Se eligió como emplazamiento el antiguo matadero municipal, junto al Río Lanjarón. La elección se hizo por las siguientes razones:

  1. Era un edificio propiedad cien por cien del Ayuntamiento y sobre el que había disponibilidad absoluta e inmediata. 
  1. Era un edificio vinculado con el agua. Nació como molino harinero y posteriormente fue fábrica de alcohol, ambos usos eran posibles gracias a la acequia de la ermita que discurre a su espalda y al río Lanjarón adyacente.
  1. Pero sobre todo, una vez estudiado el lugar, vimos que nos daba una excusa perfecta para una intervención urbanística de calado en una zona desestructurada, olvidada y tradicionalmente poco lucida de nuestro pueblo. Esta ubicación nos daba la oportunidad de generar un proyecto en la salida natural de Lanjarón a la Alpujarra que, en lugar de ser basurero o escombrera, como ha sido tradicionalmente, fuera paseo, naturaleza y paisaje.
La primera intervención, como era lógico debía de ser el propio Museo, para ello se contaba con un presupuesto de 310.600 euros, la segunda, su entrada, para ello se consiguió, en aquellos frenéticos meses de 2007, otra serie de subvenciones, del Parque Nacional, de Aguas de Lanjarón, de la propia Consejería de Turismo, que, junto con la aportación municipal, nos proporcionaron un presupuesto de 90.000 euros.


Posteriormente, había que ir haciendo frente a otro gran número de intervenciones, algunas de mayor coste y calado, otras, menores.

Se pretendía remodelar los lavaderos e integrarlos en el recorrido del Museo, se pretendía hacer un paseo por la orilla del río, junto a la alameda, para ello había que encauzarlo debidamente en esa parte, para evitar que en las crecidas el agua subiera a ese nivel, como ya ha pasado en algunas ocasiones.

Había que ejecutar los expedientes de ruina de las pequeñas edificaciones que tapaban la visual de la ermita de San Sebastián y que además de ocultarla, tanto afeaban la zona. Hoy solo queda por quitar una edificación que era propiedad de la familia del propio Alcalde, hoy es espacio público de todos los cañoneros, pero Eric Escobedo paralizó su ejecución la primera semana que estaba en el cargo.

En este proyecto tenía también una gran importancia la orilla de enfrente, camino tradicional de acceso a nuestra Sierra, acceso al Parque Nacional de Sierra Nevada, camino que, pasando por el paraje de Miraflores, nos conduce a Tello, refrescándonos en las aguas y los castaños de la Acequia Mesquerina y de la Acequia Nueva, para después invitarnos a seguir hasta Ventura y desde allí acceder al Pico del Caballo, al nacimiento del Río Lanjarón, al Refugio del Elorrieta, a lo mejor de nuestro paisaje, al origen de nuestra agua. El Museo era el espacio ideal para dar información de estas rutas, para dar a conocer nuestra sierra, nuestras altas cumbres, para abrir el apetito del caminante, para sensibilizar al visitante con nuestra naturaleza.


En el otro lado de la carretera, a espaldas del cañón anti-aéreo que, con tan mal gusto, nos plantó el PP, el Ayuntamiento dispone de una finca de tres mil metros cuadrados, una finca elevada sobre el río, finca que hoy se utiliza como almacén de materiales, como garaje de maquinaria y como depósito de chatarra. Parece evidente que tener estas instalaciones junto al río no son lo más beneficioso para el medioambiente y el paisaje, de ahí que se pretendiera trasladar todo eso a los terrenos industriales de Fuente Aporta para crear una zona de aparcamiento para los visitantes del Museo y un parque mirador donde los niños disfrutarían de juegos y naturaleza, y los mayores del paisaje del río.

Aquel era el proyecto que tenía el PSOE para una zona degradada de nuestro pueblo, una zona tradicionalmente olvidada,  la zona de nuestro río, aquel que Juan Gutiérrez Padial llamó Río Anónimo pero que no lo es, lleva nuestro nombre, Río Lanjarón. Un proyecto de estructuración del espacio, de puesta en valor del paisaje y de la naturaleza, un proyecto de dignificación de nosotros mismos.
     
Resulta, por tanto, del todo incomprensible que sea un vecino de allí, alguien que tiene su domicilio tan cerca del río, alguien que ha crecido en aquel lugar, quien, una vez convertido en Alcalde, machaque de esta manera un proyecto que daba dignidad a esta zona de Lanjarón. Parece mentira que no se quiera dar a nuestro río la relevancia y el protagonismo que ha de tener, parece ser que, a efectos de paisaje y de desarrollo turístico, nuestro río seguirá siendo anónimo.

Río mío de nieve, río de prisa
arcana y musical en tu ribera;
agua de mi querencia, que te espera
de par a tu altivez sumisa.
Llevo en mi piel el áncora y la brisa
de tu presencia verde y marinera.
Tu noria circundó mi voz primera,
mi barco de papel y mi sonrisa.
Pero qué lejos ya, cuánto pasado
por tu gastada orilla, qué distantes
el caballo, la arena, y qué porfía
le clavas a mi ausencia desbocado
para seguir, tan río como antes,
escupiéndole al mar la muerte mía.

(Juan Gutiérrez Padial)

En la siguiente imagen podéis ver gráficamente algunas de las ideas expuestas. Ideas que ya solo se verán en papel.



1 comentario:

Anónimo dijo...

Qué pena no ver terminado el proyecto al 100%. Ni siquiera vivir al lado del río le hace reflexionar sobre la "herejía" de construir allí el tanatorio. Cada vez me convenzo más de que el único objetivo de este niño es cobrar y al pueblo que lo zurzan. Su refrán favorito será "Dame pan y dime tonto".