Si la Transición española fue un éxito colectivo como jamás
había conocido otro nuestro país fue, fundamentalmente, porque no se le negó la
voz a nadie, porque no se puso en duda la legitimidad de nadie para participar
con sus ideas en el proceso. No se vetó a nadie.
No se vetó a Fraga y su Alianza Popular aunque eran
herederos del franquismo, todos altos cargos en la dictadura. No se vetó al PCE
pese a que muchos de sus líderes habían tenido estrechísimas relaciones,
durante algún tiempo, con las dictaduras totalitarias del este de Europa.
No se
vetó ni a nacionalistas españoles ni vascos ni catalanes, ni a republicanos, ni
a monárquicos; a nadie. Solo se vetó a aquellos que hacían uso de las armas y
el terror para imponer sus tesis. Todo aquel que defendía sus ideas con la
palabra participó y, entre todos, se pudo llegar a grandes acuerdos.
Hoy, porque el PSOE ha posibilitado que los nacionalistas
vascos y catalanes tengan grupo propio en el Senado, la derecha española y una
parte del propio PSOE se escandaliza. Yo me pregunto ¿Ignorancia histórica o
interés electoral y de lucha de poder?
Por cierto, el préstamo de parlamentarios durante un día
para que otro partido pueda formar grupo se ha venido dando durante toda la
vigencia de nuestra democracia. Tanto PP como PSOE han prestado diputados a
CIU, PNV, IU e incluso a Coalición Canaria para que puedan tener grupo en otras
ocasiones.
Rasgarse las vestiduras en plan inquisidor es muy propio de
nuestro país, pero siempre nos ha traido las peores desgracias. Reconocernos
legitimidad para hablar y darnos voz para poder dialogar, negociar y
entendernos, cuando lo hemos hecho, ha sido garantía de paz, convivencia y
progreso.
La política, como decía Azaña, ha de hacerse con razones y
votos. Es lo que creo.
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