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sábado, 21 de enero de 2017

Ola de frío en nuestros corazones. Ola de frío en nuestras conciencias.

Foto Michael Sheen, UNICEF.
http://blogs.20minutos.es/blog-solidario-cooperantes/tag/refugiados-siria/
Algunas noches, al cerrar los ojos, el horizonte de la Chaparra se abre ante mí, su atardecer rojizo e infinito me abre un vacío interior que parece un abismo al que me precipito si que nadie, salvo yo mismo, pueda frenarme en la caída.

Algunas noches, al cerrar los ojos, antes de dormir, siento en las plantas de mis pies las piedras redondas, gastadas de siglos, del caminó de la Bancalá. Me parece subir sus empinadas cuestas al frescor de la sombra de castaños centenarios.

Todos echamos de menos nuestra tierra cuando no estamos en ella. Todos echamos de menos los lugares donde nacimos y crecimos, donde están las experiencias de la niñez y la adolescencia, las experiencias que nos construyeron como personas; los escenarios de los juegos interminables de las tardes eternas de los veranos infantiles. Los rincones donde los primeros besos nos descubrieron el gozo infinito del amor, los primeros cigarros a escondidas, las excursiones por el bosque Eucalipto, las primeras visitas al ya, desgraciadamente, desaparecido Tello. El canto del agua en los pilares de las calles, la bravía y rebelde música de las corrientes en los brazales; el sosiego del caudal en las acequias. Lanjarón, mi pueblo.
Panorámica de Lanjarón
Se echa de menos tu tierra aun estando cerca. Se echa de menos tu tierra incluso cuando se está muy bien donde se está. Se echa de menos cuando uno se va abrigado en su coche y por carretera. Se echa de menos cuando uno se ha ido libremente y libremente puede volver cuantas veces quiera y en el momento que quiera.

¿Qué será de quien abandona su tierra obligado por la guerra? ¿Qué será de quien se va sin saber si quiera cuando volverá a verla? ¿Cómo ha de ser dejar a parte de tu familia y amigos debajo de la lluvia de las bombas? ¿Nos podemos imaginar siquiera lo que siente un padre que nota que la frágil barca en la que lleva a toda su familia es zarandeada por la tormenta? ¿Nos imaginamos, minimamente acaso, lo que puede sentir ese padre abrazando a su hijo pequeño intentando evitar que se caiga? ¿Podemos sentir, por un solo instante siquiera, la impotencia de ver como el mar se lo traga en una ola violenta con mas fuerza para llevárselo que tu brazo para mantenerlo unido a tí, unido a la vida?

No, no podemos y no queremos sentir nada.

Europa, la “civilizada Europa” aprueba leyes para devolverlos pronto a no se sabe donde, paga a terceros países para que no los deje llegar aquí y los mantenga hacinados en condiciones inhumanas. Europa aprueba leyes para confiscarles los pocos bienes que traen. Europa vota a partidos de extrema derecha para, en lugar de ayudarles, tratarlos como enemigos.

Tenemos una guerra al lado de nuestra puerta. Las personas vienen a nosotros huyendo de una muerte segura y muchos no hacen nada.

Todos los días mueren niños en los mares. Nos escandalizamos cuando vemos la foto de uno, pero hay días que son mas de veinte y sociedades y gobiernos no hacen nada.

No se hace nada para detener una guerra que nos tenía que llenar de vergüenza. Los Gobiernos, apoyados por una mayoría de la sociedad, no hacen nada por ayudar a los refugiados que es una obligación adquirida por todos nuestros países a través de pactos internacionales que firmamos hace ya bastantes años de forma libre y voluntaria.

La vida da muchas vueltas y muy inesperadas. Esperemos que nunca nos veamos en la situación que hoy se ven otros; porque si algún día aquí hay una guerra (esperemos que no) y hay que salir corriendo, que nadie se alarme cuando nadie nos abra sus puertas.


Miembros de la ONG Lanjarón-Mira al Mundo
Fuente: Europa Press
Por suerte, aun quedan gestos que alimentan alguna esperanza. Aun quedan hombres y mujeres que están dando lo mejor de su ser, de forma anónima y con escasos medios y apoyo, para paliar el egoísmo generalizado de la sociedad y gobiernos europeos. Médicos, enfermeros, bomberos.... se han desplazado para ayudar sobre el terreno a los refugiados. En Lanjarón, un grupo de personas se ha unido para aportar todo lo que esté en su mano. La ONG Lanjarón-Mira al Mundo, nos recuerda, de forma cercana, que todos tenemos mucho que aportar, que todos podemos hacer algo. Ojalá cunda el ejemplo.

Un abrazo.

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