Portada

Portada

domingo, 29 de noviembre de 2015

De la Devaluación Política. Políticos y Ciudadanos.

La política es algo serio, muy serio. La política decide sobre la salud de muchas personas, sobre la educación que reciben nuestros hijos, sobre en qué condiciones desarrollamos nuestro trabajo, sobre las actividades que generan o no generan empleo, sobre como se reparte la riqueza que producimos, sobre quien gobierna, como se gobierna y para quien se gobierna.

La política es algo muy serio, la política siempre ha definido cual era nuestro proyecto como sociedad, cual era la mejor manera de hacerlo realidad y quienes eran las personas mas capacitadas para gestionarlo.

La política es algo muy serio y como tal habría que tratarla. Sin embargo, de un tiempo a esta parte, aquellos que de verdad amamos el servicio público, aquellos que defendemos la capacidad de los pueblos para gobernarse, para darse unas normas y, sobre ellas, construirse un futuro cada vez mejor; asistimos estupefactos a la devaluación de la política.

Primero fue prometiendo cualquier cosa con tal de ganar las elecciones, anteponiendo la ganancia en votos a los principios o convicciones del partido y el candidato. Después de prometer todo lo prometible, después de hacer aquello que tan bien describió Alfonso Guerra, hablando del Partido Popular, “yo prometo lo mismo que aquel y dos huevos duros”, después de todo eso, una vez se gobernaba, se olvidaba lo prometido. Así, había políticos que hoy eran hoy de izquierdas, mañana de centro izquierda, esta tarde estaban en el centro de la izquierda, pasado en la izquierda del centro y en campaña electoral eran de centro centro y de toda la vida. Mientras, otros fueron franquistas de los de siempre, luego de derecha moderada, luego emprendieron un viaje al centro que nunca tuvo estación de llegada y que, siempre que la mayoría absoluta se lo ha permitido, han vuelto al punto inicial aunque, en su eterno viaje al centro, se hayan autodenominado conservadores " a lo Fraga", liberales “a lo Esperanza Aguirre”, reformistas “a lo Aznar”, cualquier cosa que estuviera de moda o que tuviera buena acogida en las mediciones demoscópicas.

Después de este desconcertante carnaval de promesas y ofertas ideológicas de lo mas variopinto y casi siempre protagonizadas por las mismas caras; vino la grave crisis económica y el país de las maravillas ficticio en el que vivíamos se desmoronó para que nos viéramos a la intemperie de una espantosa oleada de despidos, (ERES les dicen los modernos), desahucios, bancos de alimentos y múltiples injusticias sociales. De nuevo, la pobreza.

Un poco mas tarde, casi a renglón seguido; una cascada de casos de corrupción, cada uno más indignante que el anterior, cada uno de ellos mas obsceno, nos hizo rehuir de la política, dejándolas en las manos que escribían por mensaje de móvil “Luis sé fuerte”

Mientras, el espejismo del 15 M, se desmoronaba. Aquellas plazas llenas de gente languidecieron, aquel espejismo se diluyó, aunque no faltó quien quisiera arrogarse el ser su representante, el haber atesorado sus esencias para solidificarlas en forma de partido político con ansia y capacidad de “asaltar los cielos”pero ese globo también se desinfló. La sospechosa comprensión hacia la Venezuela Chavista, su apoyo al fracasado proyecto de Syriza en Grecia, su palabrería imposible y, por qué no decirlo, la munición mediática de los grandes medios propiedad de los grandes poderes financieros, hicieron que ese espejismo fuera más efímero que todos las anteriores.

Como estratos de nuestra personalidad se fueron configurando capas de escepticismo cada vez mas duras, mas compactas, mas inalterables a los cambios de posición, a las promesas inauditas, a los mensajes de “ahora sí hemos entendido el mensaje”.

Para culminar este desgraciado proceso, las televisiones crearon programas de política espectáculo tan dañinos para la misma como todo lo anterior. En  estos programas, políticos y periodistas bastante mediocres hacen crecer sus egos tratándose a voces, interrumpiéndose el turno de palabra, convirtiendo el debate político en una suerte de “Salsa Rosa” del que imitaron, entre otros y para nuestra desgracia, el Equipo de Gobierno de Lanjarón.

Y así, hemos llegado a estas elecciones, con la ciudadanía que huye de la política y de sus espacios. Con los pocos espacios de política que hay convertidos en programas de cotilleo barato y, ante eso, los políticos invadiendo los espacios de entretenimiento a ver si así los escucha alguien.

Nos encontramos con un Presidente del Gobierno que no tiene tiempo para debatir con el resto de candidatos pero sí tiene tiempo para radiar partidos de fútbol mientras el resto de candidatos bailan o cantan o juegan al ping pong en la tele. Tenemos un Presidente que no tiene tiempo de rendir cuentas a los ciudadanos de su gestión de estos cuatro años y, sin embargo, sí va a hablar con María Teresa Campos no se de qué, ni falta que me hace saberlo.

Hasta aquí todo lo mal que lo han (hemos) hecho los representantes públicos. Pero no es que los ciudadanos queden (quedemos) en muy buen lugar tampoco. Fue la mayoría de la ciudadanía la que aceptó los viajes al centro que no terminaban nunca, la que aceptó y votó muchas de las promesas imposibles que nos hacían, la que aceptó que aquellas promesas fueran olvidadas a las primeras de cambio. Buena parte de la ciudadanía veía claramente lo que hacía Jesús Gil y sus sucesores en Marbella y los votaba, y los siguieron votando hasta que los jueces los apartaron de la circulación electoral. Y todos los casos de corrupción que vinieron después se veían pero solo se puso el grito en el cielo cuando, consecuencia de la crisis económica, nos faltaba el trabajo y el dinero para pagar la hipoteca y proliferaban los desahucios y florecían y se multiplicaban los bancos de alimentos. Fue entonces, por una guerra de recursos escasos, por lo que pusimos el grito en el cielo por la corrupción des-aforada.

Hasta entonces, muchos tuvimos que aguantar comentarios como “¿Acaso tú no harías lo mismo si pudieras?” Y tuvimos que aguantar las caras de escepticismo cuando contestabas que no. Tuvimos que aguantar el “Fulanito robará mucho pero desde que gobierna él no veas la de urbanizaciones que se están construyendo” sin pensar en el atentado que representaba para nuestro paisaje, nuestro territorio, nuestros ecosistemas y nuestro futuro.

Ahora, esta misma ciudadanía no quiere ver programas de debate y reflexión seria de política porque no cree en ella, pero ve programas de política espectáculo y jalea a aquel que es capaz de zaherir al contrario con mas crueldad. Esta misma ciudadanía se embelesa cuando ve a sus líderes freír un huevo o hacerse un zumo. A esta misma ciudadanía, parece importarle poco las soluciones que ofrezcan, cuando las ofrecen, o las consecuencias reales de las mismas. Y parece darle bastante igual el que un Presidente  se niegue a rendir cuentas de lo que ha hecho con la confianza que le dió el pueblo hace cuatro años.

Que, con todo lo que ha pasado en este tiempo, la encuestas sigan estando encabezadas por el PP y que el político de moda sea un populista de derechas que habla como si fuera de izquierdas y que se define de centro pero cuyo programa es tan de duro como el de Margaret Thacher, es para que los ciudadanos de este país nos lo hagamos mirar.

Tenemos hasta el día 20 para cambiar de política y con ello, nuestro futuro. Vamos a tomárnoslo en serio.

Feliz semana.

sábado, 14 de noviembre de 2015

Respirar Libertad

Anoche me acosté, como tantas personas, sobrecogido con las noticias que llegaban de París. Una vez más, la barbarie nos mostraba toda la amplitud de su crueldad. Me  iba a la cama sin saber el alcance exacto de la tragedia y con el sentimiento de incertidumbre que nos envuelve ante episodios como este en los que vemos, de golpe, con toda su crudeza, la fragilidad de la vida humana.

Esta mañana, mientras me tomaba el primer café del día, veía en las noticias toda la amplitud de la tragedia, imaginaba el miedo de las víctimas en sus últimos segundos de vida, el dolor de los familiares ante la noticia de un ser perdido para siempre sin entender muy bien por qué ni para qué;  porque no hay nada que explique estos actos, porque no puede haber nada, ni divino ni humano, que de sentido a estas muertes. Imaginaba el miedo inimaginable de los supervivientes en los largos minutos de cautiverio, el horror vivido mientras ves morir a tu lado a un ser humano que, hasta hace unos instantes, compartía un vino y sonrisas con sus amigos en una mesa cercana de un restaurante de París. Apenas se pueden contener las lágrimas si te atreves a mirar de frente tanto dolor en un solo golpe.

En esos momentos, miro la ventana, el balcón, y veo las calles tras los cristales. Sevilla ha amanecido luminosa, con esa temperatura suave que te permite elegir si quieres llevar manga corta y sentir un fresco agradable, o prefieres una fina manga larga que te permita dar a tu cuerpo una plácida calidez muy alejada del calor habitual por estos lares.

Era temprano, los vecinos, poco a poco, comenzaban a sentarse en las terrazas de las cafeterías de la plaza. He sentido un impulso irrefrenable de salir a la calle, de dar un paseo por las calles de este barrio Sevillano de gente amable y alegre, salir a comprar en los comercios del barrio, dar los buenos días a los dependientes y camareros, saludar a los vecinos.

La familia ya está levantada. Nos vestimos, vamos al parque, damos de comer a los patos del estanque. Descubrimos, con sorpresa, que los patos ya no aceptan pan duro como comida y que pierden la cabeza con los gusanitos. Vemos como los patos ceden los gusanitos a las carpas que emergen del fondo del lago con sus bocas, perfectamente redondas, totalmente abiertas como fauces de león. Cierro los ojos para ser plenamente consciente del sol que me da en la cara y calienta mis párpados. Abro los ojos y me deleito con el color verde de la hierba que circunda el lago. El cielo es de un azul intensísimo, no hay una sola nube esta mañana.

Nos vamos a los columpios cercanos para que los niños  jueguen un rato. Cuando llegamos, no había aun nadie. Instantes después, poco a poco, van llegando mas padres con sus hijos, el silencio del bosque de pinos se llena de risas de niños y del ruido de su correr nervioso y estresado queriendo probar todos los columpios a la vez. Sus padres sonríen felices contagiados del espectáculo de la felicidad infantil. Entre ellos habrá de todo, supongo, pero imagino que, en su inmensa mayoría se han pasado toda la semana trabajando, con el estrés de las obligaciones, con la lucha diaria contra los problemas cotidianos y que ese momento, ese instante de sábado por la mañana es la felicidad sencilla que anhelamos, que merecemos y que, desgraciadamente, no siempre sabemos saborear.


Volvemos a casa y paramos por las tiendas del barrio para comprar alguna cosa con la que preparar el almuerzo. Los pacientes del centro de día que salen a pasear con sus familiares, rebosan gratitud, amor, ternura.

Al llegar a casa, en las noticias siguen informando del terror, del dolor, de la infamia vivida en París. Todas esas personas inocentes muertas en París, todas las personas que llevan meses caminando desde Siria huyendo de los mismos asesinos, todas las vidas inocentes perdidas en guerras y atentados sin sentido deberían, esta mañana, haber estado con sus familiares en un parque, en una calle, en una cafetería. Todas esas personas tenían derecho a estar leyendo un libro en estos momentos en su casa, a ver tranquilamente la tele, a no hacer nada o a estar encaminándose al cine con la persona amada a ver una película recién estrenada, a tomar una cerveza con unos amigos; a disfrutar, en definitiva, de la libertad respirada. Porque la libertad hay que ejercerla, la libertad hay que respirarla, la libertad ha de rodear al ser humano en cualquier tierra, en cualquier patria.

La mejor rebeldía que podemos enfrentar a los terroristas es seguir siendo libres, no dejar que nos confinen en los calabozos del miedo y la sinrazón, del odio y la desesperanza. Estoy seguro de que hoy, en París, es mas difícil decir esto, pero veo en los informativos apersonas que salen a la calle a encontrarse con sus vecinos, con sus amigos, con sus seres queridos y también, por qué no, con muchos desconocidos a los que sienten hermanos en el dolor. Esa rebeldía de la libertad respirada ganará, sin duda, a aquellos que quieren hacer de la sangre, del miedo y del dolor los dueños del destino. Porque la esperanza siempre vence al miedo.

Un abrazo.


viernes, 6 de noviembre de 2015

Tiempo de Tramposos. De Sepang a Lanjarón pasando por Cheste

Marc Márquez y Rossi en un lance de la carrera. / AFP
Este fin de semana concluirá el mundial de motociclismo en Cheste, Valencia. Este año, a la emoción de llegar a la última carrera sin tener el título de Moto GP aun decidido, se une la polémica por la actuación de Valentino Rossi en la anterior carrera celebrada en Sepang. La patada de Rossi a Marc Márquez ha hecho derramar ríos de tinta en todos los medios de comunicación y en las redes sociales. La conducta de este piloto no es solo antideportiva sino que es, por encima de todo, un ataque a la integridad física del piloto español.

Sin embargo, no voy a entrar en el peligro que supone para la vida de un piloto el que otro lo derribe de la moto en plena carrera; me centraré en las consecuencias que creo que tiene para la competición tanto la actuación de Valentino Rossi como la respuesta que se le ha dado desde la dirección del campeonato.

Lo primero que me ha sorprendido de este caso es la multitud de aficionados e incluso periodistas que se han lanzado, en tromba, a defender la actuación del piloto italiano. Esto evidencia el déficit moral en el que vive buena parte de nuestra sociedad.

Defienden muchos aficionados que Márquez se buscó la patada pues “no dejaba en paz a Rossi en una carrera en la que él ya no tenía opciones de ganar el mundial”, dicen que Márquez era demasiado competitivo y que con su actitud estaba beneficiando a Lorenzo, rival de Rossi en la lucha por la consecución del mundial. Ante estos argumentos, no puedo evitar preguntarme, ¿Tiene Márquez que dejar de competir una vez que ya no tiene posibilidades de ser campeón del mundo? ¿Tiene o no tiene Márquez derecho a querer ganar una carrera aunque con ello no llegue a ser ya campeón mundial? En caso de no poder ganar la carrera, ¿Tiene Márquez derecho a querer hacer podium y a lucha por él? Si Márquez no compite al cien por cien, ¿no estaría con ello beneficiando a Rossi y provocaría, por tanto, un motivo más que justificado de queja por parte de Lorenzo?

Marc Márquez es corredor de motos y, cuando sale a una carrera, debe salir a ganar y, si no puede ganar, debe intentar quedar lo mas alto posible. Si aceptara, que no lo acepto, que Márquez no tiene derecho a hacer su carrera; si aceptara, que no lo acepto que Márquez no puede ya luchar en el circuito por quedar delante de Rossi en una carrera; no me parece que la respuesta adecuada, por parte de este, sea utilizar la violencia y la trampa. Si Márquez le estaba molestando tanto, el piloto de Yamaha debería haber acelerado a tope, haber demostrado que es más veloz y habilidoso y haber dejado atrás al piloto de Honda. Lo mas deportivo, lo mas legal, lo mejor para la competición hubiera sido eso y si no era mas rápido, debería haber asumido la situación con deportividad y haberse quedado en el lugar que deportivamente le hubiera correspondido ocupar. 


Buena culpa de que este caso haya tomado la deriva que ha tomado la tienen los responsables de la organización del mundial por el castigo tan insignificante con el que han castigado a Valentino.

Sin ánimo de dar ideas. Si tirar de una patada a otro corredor de su moto solo es castigado así, lo que podría hacer Lorenzo en Cheste este domingo sería tirar de la moto a Rossi en la primera vuelta, asegurarse el campeonato del mundo 2015 y, el año que viene, en la primera carrera, salir desde la última posición y punto. Claro que esto tendría unas consecuencias muy graves para la competición. Si, de aquí en adelante, va a ganar las carreras de motos quien tenga menos escrúpulos para hacer este tipo de trampas, las carreras de motos serán cualquier otra cosa pero, desde luego, ya no serán carreras; entendiendo éstas como una competición donde gana el mas rápido y no el que mas rivales tira al suelo. O sea que, al no castigar duramente al que adultera la competición recurriendo a trampas, se está matando la propia esencia de este deporte.

Algo parecido nos está pasando con el fraude electoral. Después de ocho años y de sortear muchísimos obstáculos, se demuestra un fraude electoral en Lanjarón. De los cuatro implicados/as, tres quedan fuera porque, según el TSJA, quien lleva solicitudes de empadronamiento fraudulentas al Ayuntamiento, con la intención de inflar el censo electoral con personas afines a su Partido y así ganar las elecciones, no hace nada malo ya que esas solicitudes no surten efecto hasta esos empadronamientos son autorizados por el Alcalde. Una vez autorizados por el Alcalde, solo éste es responsable y, por tal responsabilidad, solo tiene que pagar veinte días de cárcel que se puede sustituir por 1.800 euros de multa.

Con castigos así, no podemos esperar que se erradique la tentación de hacer fraude en las elecciones. Mientras que los jueces no tomen conciencia de que hacer trampas en unas elecciones tiene la misma gravedad que dar un golpe de estado; mientras que nuestro poder judicial no sea consciente de que unas elecciones las ha de ganar aquel que consiga el apoyo libre y voluntario de los ciudadanos, mientras que desde el poder judicial no se defienda con contundencia que unas elecciones son un proceso donde los ciudadanos deciden, de forma totalmente libre, quien los gobierna y castiguen duramente a quien haga trampas en ellas, las elecciones serán cualquier cosa menos democráticas.

Los directores de carrera tienen una enorme responsabilidad, esperemos que, en ocasiones venideras, sean más conscientes de ella.


Buen fin de semana.