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jueves, 21 de junio de 2012

Felices Fiestas de San Juan 2012

A todos los cañoneros que se diviertan, que no se corten, que son sus días, que se lo merecen, que las calles no cierran, que con un día se puede juntar otro, que no pasa nada, que, cuando se acaban, no vuelven hasta que pasa un año. Así que a vivirlas a tope.

A los que vienen de fuera, que se conviertan en cañoneros por estos días y que se tomen las fiestas como propias, nosotros no las entendemos sin vosotros.(Eso sí, hay que respetar la tradición, el agua empieza  a las doce y termina a las una)

A los que no han venido nunca, que vengan, que los esperamos, que están tardando mucho en conocer San Juan en Lanjarón. Que una vez que lo conozcan, volverán siempre.

A todos y a todas, FELIZ SAN JUAN 2012.

lunes, 11 de junio de 2012

Fuego. ¿Por qué no aprendemos?

Sinceramente creí que no volvería a pasar. Creí que el incendio de 2005 sería una vacuna que por mucho tiempo nos haría ser conscientes de las consecuencias dramáticas que tiene ser irresponsable con el fuego. Era una vacuna muy cara, por las dimensiones del la catástrofe, 3.500 has,  y por el valor de los lugares calcinados, dentro de los cuales Tello era el icono. Como digo, la vacuna era cara, pero por eso mismo creía que sería eficaz. Recuerdo aquellos días de 2005, creo que nunca he visto nada que haya provocado tanta tristeza colectiva al pueblo de Lanjarón. Tanta tristeza, tanta indignación, estaba seguro, dejarían huella en nosotros, dejarían una enseñanza tan profunda, de tal potencia, que nos haría, en adelante, poner todos los medios para que cosas así no se repitieran.

En aquellos días, la indignación tenía un foco en el que centrarse, la pareja de extranjeros que con su imprudencia provocaron el incendio. El que la gran mayoría de monte quemado fuera terreno forestal que ha de cuidar la Junta de Andalucía también daba argumentos a quienes querían buscar más culpabilidades. Pero, más allá de culpabilidades y polémicas, había una lección, no se puede ser imprudente con el fuego, las consecuencias son muy fuertes y después es muy difícil y costoso recuperar lo perdido.

Este fín de semana la tragedia para nuestro paisaje y nuestro medio se ha repetido, esta vez no hay extranjeros y las fincas en las que se inicia y expande el fuego no son monte público, son terrenos privados. La vacuna parece haber caducado apenas siete años después, las lecciones que se han de extraer esta vez han de ser mas amplias.


De nuevo el fuego, de nuevo el paisaje negro, de nuevo el sonido de los helicópteros y las sirenas, las lágrimas de aquellos que temen por su finca, por su cortijo, por muchos años de trabajo y esfuerzo dando lo mejor de sí en una tierra que, en muchos casos, es la misma sobre la que derramaron su sudor los abuelos y los padres. De nuevo el fuego.

Sé que no es bueno sacar conclusiones cuando aun humea la tierra, sé que es aun peor buscar culpables, pero no me puede resistir a hacer varias reflexiones que espero sirvan de cara al futuro.

Como me habéis escuchado decir muchas veces, nuestro paisaje tiene un valor muy especial, un valor de belleza, un valor ecológico, de vida de especies vegetales y animales, de ecosistemas, pero también un valor antropológico. Nuestro paisaje, dejado, abandonado a la sola acción de la naturaleza, desemboca en erosión y zarzales que lo cubren todo. Nuestro paisaje tiene su valor en la forma en la que el ser humano, históricamente, había aprendido a convivir con él. El ser humano transformó la escarpadas laderas en bancales, hizo balates de piedra que los sujetaban y evitaban así la erosión, construyó una red de caminos que daba acceso a todas las fincas, que llegaba a los lugares más recónditos de nuestro término municipal, construyó kilómetros de acequias para darle riego, llenando de castaños sus orillas. La acequia alimentaba a los castaños con el agua que se filtraba de ella y los castaños, en pago por ello, en justa correspondencia, la sostenían con sus raíces para que esta siguiera corriendo años tras año. Las acequias filtran agua que nace en nuestros manantiales kilómetros mas abajo. A lo largo de los siglos, el ser humano en Lanjarón, en la Alpujarra y en toda Sierra Nevada, ha vivido de la naturaleza, mejorándola, no depredándola, y todo ello para poder sacar adelante una agricultura escasa, que rara vez llegaba para alimentar a una familia media.

El desarrollo industrial de otras zonas de Europa y de nuestro país posibilitó que muchos de nuestros vecinos pudieran aspirar a un mejor horizonte de vida lejos de aquí, luego, el desarrollo de nuestros propios pueblos abrió nuevas expectativas que ya nada tienen que ver con la agricultura. Nuestros campos se abandonan, la agricultura, que aquí nunca ha sido rentable, ahora además no es necesaria para la subsistencia de las personas.

Pero la agricultura era la base de mantenimiento de nuestro paisaje, su propio origen, y, cuando ha perdido su protagonismo, no le hemos buscado alternativas que nos sirvan como elemento de preservación y conservación. No hemos sabido darle a nuestro suelo rústico otros usos que hereden el equilibrio con el que siempre hemos trabajado la tierra en estos pueblos. No hemos hecho una gestión del suelo equilibrada, hemos comenzado a obrar y legislar desde los extremos, o dejamos que cada cual haga lo que quiera, lo que da lugar a la degradación del paisaje por el exceso de ladrillo y hormigón, o lo prohibimos todo, dejando que las zarzas y la maleza crezcan convirtiéndose en la despensa de la que se nutrirá el fuego cuando cualquier negligencia humana le de ocasión de estallar.

La prevención de los incendios nace de la conciencia, pero, una vez que se tiene esta, hay que ser consecuente con ella. Todos individualmente tenemos que actuar de forma responsable no teniendo conductas peligrosas, pero hay que ir más allá, desde los poderes públicos, sea Ayuntamiento, Comunidad Autónoma, y Gobierno Central, más allá de este Partido o del otro, hay que generar un sistema de vida en el medio rural que permita que este se automantenga, hay que dar opciones de creación de riqueza y empleo que tengan como requisito previo para su propio desarrollo el mantenimiento del espacio natural. No podemos confiarlo todo a una política de limpiezas más o menos continuadas del monte público y a tener muchísimos y buenísimos dispositivos antiincendios, porque siempre que estos actúan, ya hay algún daño hecho. Hay que incorporar a la estrategia a la propia población, hay que incorporar los terrenos de titularidad privada, hay que dar continuidad a los trabajos y eso, bajo mi humilde punto de vista, solo es posible si generamos actividades económicas que, con el marco regulatorio apropiado, tengan el papel que ha realizado tradicionalmente la agricultura. Concluyendo, tenemos que hacer de nuevo necesario para nuestro desarrollo económico un campo limpio y cuidado. Aunque no es fácil, es posible, solo hay que querer verlo y generar un consenso amplio al respecto.

No quiero despedirme sin dar las gracias a todas las personas que han trabajado en las tareas de extinción de los incendios, sobre todo a los propios vecinos que tanto han/hemos sufrido, a los efectivos de INFOCA de tierra, a los de aire, a la Guardia Civil y a Protección Civil. Y quisiera simbolizar este agradecimiento, de forma muy especial, en la figura de nuestra Delegada del Gobierno, María José Sánchez Rubio, que más allá de cumplir con su labor, estando todo el fin de semana pendiente de las tareas de extinción del incendio, trabajando para que todo se desarrollara adecuadamente, para tener dispuestos todos los medios materiales y humanos necesarios, lo ha hecho desde la cercanía y lo que es, en estas circunstancias, para mí mucho mas importante, desde la sensibilidad. De todo corazón, muchísimas gracias a todos.


miércoles, 6 de junio de 2012

Más allá del Museo del Agua: Una mirada abierta al territorio.

Parece pertinente, cuando la polémica sobre el Museo del Agua y la construcción del tanatorio en el mismo edificio que aquel ocupa está llegando a su cénit, hacer un poco de memoria y comprender como fue la génesis del proyecto del Museo.


En el año 2007, cuando el Equipo de Gobierno del PSOE de Lanjarón accede a la responsabilidad de gobernar nuestro pueblo, se encuentra con una subvención otorgada por la Consejería de Turismo, Comercio y Deporte de la Junta de Andalucía, para hacer un denominado Museo del Agua.

Este proyecto no le era desconocido al aquel entonces, nuevo Equipo de Gobierno. Durante los tres años precedentes, el que fuera Alcalde y máximo instigador de las divisiones y rencillas que hoy asolan nuestro pueblo, José Rubio, había vendido aquel  como un grandioso proyecto que iba a hacer en Lanjarón. Digo que había vendido, porque del proyecto en cuestión no había nada de nada. Durante mucho tiempo, nos dijo que lo quería construir en la antigua casa forestal que hay junto al Parque del Salado, pero, según la normativa reguladora de estas subvenciones, no se podían invertir estos fondos en terrenos que no sean titularidad municipal, o sea, que aunque se consiguiera, que no se consiguió, la cesión de esos terrenos, el Museo del Agua no se podía hacer en ellos. Primer problema, no había terrenos.

Tampoco había un proyecto de edificio, unos planos, un proyecto de edificación, nada. Y si hablamos de proyecto de Museo, de contenidos, igual.

Para colmo, el plazo de la subvención finalizaba en noviembre de ese mismo año. Había solo cinco meses para desbloquear la situación. Desde luego, no faltaron personas sensatas que, desde diferentes ámbitos, nos recomendaran renunciar a la subvención, no faltaba quien viera imposible sacar adelante, en cinco meses, lo que el anterior gobierno no había sido capaz en tres años.

Pero un Equipo de Gobierno recién entrado, un Equipo de Gobierno ilusionado, un Equipo de Gobierno que creía de verdad que había llegado para hacer una transformación sustancial de Lanjarón, no podía derrotarse antes de empezar, no podíamos tirar la toalla en la primara dificultad que surgiera.

Lo primero era designar unos terrenos, luego, preparar un concurso de ideas para la redacción del proyecto que, dada la premura de tiempo, debía ser un proyecto integral, edificio, contenidos y ejecución de la obra. Posteriormente, con este trabajo realizado y, por tanto demostrando a la Consejería que nuestra apuesta iba en serio, negociar las oportunas ampliaciones de plazo que nos permitieran su ejecución.

La situación era difícil, máxime si vemos el presupuesto con el que se contaba, 310.600 euros, aportación municipal incluida. Sirva de referencia que el Museo de la Miel ha costado más del doble.

Pero esta es la génesis del Museo, génesis que creo que ya he contado mil veces y, tengo que decir, que en muchas ocasiones, cuando oigo las críticas a la estética, al contenido o a cualquier aspecto del Museo, no puedo evitar preguntarme cuales hubieran sido las consecuencias de haber dejado escapar la subvención, de no haber luchado por ella, de no haberse hecho lo que se hizo. El reconocimiento exterior nos hace ver que mereció la pena, lo demás, por las diferentes connotaciones que tiene, creo que merece que se le dedique un capítulo aparte en este u otro espacio de opinión.

Se eligió como emplazamiento el antiguo matadero municipal, junto al Río Lanjarón. La elección se hizo por las siguientes razones:

  1. Era un edificio propiedad cien por cien del Ayuntamiento y sobre el que había disponibilidad absoluta e inmediata. 
  1. Era un edificio vinculado con el agua. Nació como molino harinero y posteriormente fue fábrica de alcohol, ambos usos eran posibles gracias a la acequia de la ermita que discurre a su espalda y al río Lanjarón adyacente.
  1. Pero sobre todo, una vez estudiado el lugar, vimos que nos daba una excusa perfecta para una intervención urbanística de calado en una zona desestructurada, olvidada y tradicionalmente poco lucida de nuestro pueblo. Esta ubicación nos daba la oportunidad de generar un proyecto en la salida natural de Lanjarón a la Alpujarra que, en lugar de ser basurero o escombrera, como ha sido tradicionalmente, fuera paseo, naturaleza y paisaje.
La primera intervención, como era lógico debía de ser el propio Museo, para ello se contaba con un presupuesto de 310.600 euros, la segunda, su entrada, para ello se consiguió, en aquellos frenéticos meses de 2007, otra serie de subvenciones, del Parque Nacional, de Aguas de Lanjarón, de la propia Consejería de Turismo, que, junto con la aportación municipal, nos proporcionaron un presupuesto de 90.000 euros.


Posteriormente, había que ir haciendo frente a otro gran número de intervenciones, algunas de mayor coste y calado, otras, menores.

Se pretendía remodelar los lavaderos e integrarlos en el recorrido del Museo, se pretendía hacer un paseo por la orilla del río, junto a la alameda, para ello había que encauzarlo debidamente en esa parte, para evitar que en las crecidas el agua subiera a ese nivel, como ya ha pasado en algunas ocasiones.

Había que ejecutar los expedientes de ruina de las pequeñas edificaciones que tapaban la visual de la ermita de San Sebastián y que además de ocultarla, tanto afeaban la zona. Hoy solo queda por quitar una edificación que era propiedad de la familia del propio Alcalde, hoy es espacio público de todos los cañoneros, pero Eric Escobedo paralizó su ejecución la primera semana que estaba en el cargo.

En este proyecto tenía también una gran importancia la orilla de enfrente, camino tradicional de acceso a nuestra Sierra, acceso al Parque Nacional de Sierra Nevada, camino que, pasando por el paraje de Miraflores, nos conduce a Tello, refrescándonos en las aguas y los castaños de la Acequia Mesquerina y de la Acequia Nueva, para después invitarnos a seguir hasta Ventura y desde allí acceder al Pico del Caballo, al nacimiento del Río Lanjarón, al Refugio del Elorrieta, a lo mejor de nuestro paisaje, al origen de nuestra agua. El Museo era el espacio ideal para dar información de estas rutas, para dar a conocer nuestra sierra, nuestras altas cumbres, para abrir el apetito del caminante, para sensibilizar al visitante con nuestra naturaleza.


En el otro lado de la carretera, a espaldas del cañón anti-aéreo que, con tan mal gusto, nos plantó el PP, el Ayuntamiento dispone de una finca de tres mil metros cuadrados, una finca elevada sobre el río, finca que hoy se utiliza como almacén de materiales, como garaje de maquinaria y como depósito de chatarra. Parece evidente que tener estas instalaciones junto al río no son lo más beneficioso para el medioambiente y el paisaje, de ahí que se pretendiera trasladar todo eso a los terrenos industriales de Fuente Aporta para crear una zona de aparcamiento para los visitantes del Museo y un parque mirador donde los niños disfrutarían de juegos y naturaleza, y los mayores del paisaje del río.

Aquel era el proyecto que tenía el PSOE para una zona degradada de nuestro pueblo, una zona tradicionalmente olvidada,  la zona de nuestro río, aquel que Juan Gutiérrez Padial llamó Río Anónimo pero que no lo es, lleva nuestro nombre, Río Lanjarón. Un proyecto de estructuración del espacio, de puesta en valor del paisaje y de la naturaleza, un proyecto de dignificación de nosotros mismos.
     
Resulta, por tanto, del todo incomprensible que sea un vecino de allí, alguien que tiene su domicilio tan cerca del río, alguien que ha crecido en aquel lugar, quien, una vez convertido en Alcalde, machaque de esta manera un proyecto que daba dignidad a esta zona de Lanjarón. Parece mentira que no se quiera dar a nuestro río la relevancia y el protagonismo que ha de tener, parece ser que, a efectos de paisaje y de desarrollo turístico, nuestro río seguirá siendo anónimo.

Río mío de nieve, río de prisa
arcana y musical en tu ribera;
agua de mi querencia, que te espera
de par a tu altivez sumisa.
Llevo en mi piel el áncora y la brisa
de tu presencia verde y marinera.
Tu noria circundó mi voz primera,
mi barco de papel y mi sonrisa.
Pero qué lejos ya, cuánto pasado
por tu gastada orilla, qué distantes
el caballo, la arena, y qué porfía
le clavas a mi ausencia desbocado
para seguir, tan río como antes,
escupiéndole al mar la muerte mía.

(Juan Gutiérrez Padial)

En la siguiente imagen podéis ver gráficamente algunas de las ideas expuestas. Ideas que ya solo se verán en papel.



lunes, 4 de junio de 2012

Canteros de Peñasca Grosera

Mirador donde se ha colocado
el Monolito a Juan Gutiérrez Padial
Ayer por la tarde tuvo lugar en el Mirador de “El Visillo” la inauguración, largamente esperada por la Asociación Cultural Juan Gutiérrez Padial, del monolito en memoria de nuestro gran escritor local.

En estos actos, como marca el protocolo y debe de ser, intervino nuestro Alcalde. Su intervención constó de tres partes bien diferenciadas. Una primera en la que dió los oportunos y merecidos agradecimientos a todas aquellas personas que desde la Asociación están haciendo tanto por la obra literaria de Juan Gutierrez Padial. Una segunda, en la que puso mucho empeño en demostrar lo acertado de haber hecho el monolito en este mirador y no en el que había escogido la Asociación para ello y, una tercera parte, en la que habló, como no podía ser de otra manera, de Juan Gutiérrez Padial.

Esta tercera parte fue, indiscutiblemente….mejor no la califico. Nos dijo el Alcalde que Juan Gutierrez Padial había dejado una gran huella en él “porque en la escuela los maestros le habían obligado a aprenderse sus poemas, algunos de memoria incluso, y de otros, tuvo que hacer hasta dibujos” Ni una palabra más, ni sobre la obra, ni sobre la figura, ni la biografía del autor cañonero.

Tenemos un escritor en Lanjarón que, con enorme sensibilidad, nos ha retratado los colores de nuestro paisaje, que, con gran lucidez, ha explorado las raíces de nuestro pueblo, que ha puesto, en múltiples rincones de su obra, profundas reflexiones sobre nuestro carácter e historia; y la única marca que ha dejado en nuestro Alcalde ha sido que en el colegio lo obligaban a aprenderse algunas poesías. No le ha provocado la lectura de Juan Gutierrez Padial una sola mirada distinta a nuestras calles, ni una sola perspectiva nueva de nuestro ser, nada, absolutamente nada.

No pude evitar pensar que D. Juan, si, por un casual, lo escuchara, nos diría aquellas palabras que nos dejó escritas en el prólogo de su libro “Lanjarón historia y tradición”, decían así: "Lanjarón padeció, de siempre, mengua de cantores y plaga de canteros de peñasca grosera. Pregoneros estos del lugar común, de lo archimosteado. Indigentes de óptica y paladar para el alumbramiento y saboreo de la belleza, quedaron constreñidos en el círculo de la plebeyez interesada."  Porque solo alguien con poca sensibilidad hacia la cultura puede hablar así de la obra de este autor y solo alguien, indigente de óptica y paladar, puede obligar a convivir en un mismo edificio un Museo y un tanatorio.

Estaría bien que sus maestros, en el colegio, le hubieran enseñado también, aunque hubiera sido de memoria, este otro párrafo de nuestro escritor: "Porque Lanjarón no es solo Capuchina manantial y cotillón nocturno. ¿Y los que se consumen en la boquilla del horno panadero? ¿Y aquellos otros que, en la noche, se pierden entre la breña, al filo del abismo, orillando el chorro al alcorque del castaño? ¿Y la muchedumbre jadeante, calcinada en la era, entre bocados de tamo y sorbos de sudor, hasta sacar relumbres al montón cereal? Lanjarón es vida. Y esta - lo ha dicho un gran pensador- agregación y suma, y acumulación y carga y aposentamiento. Si no se acaba, la vida va acumulando, también, capas de memoria, estratos corporales, sustancias, imaginaciones, residuos, testimonios."

Hoy el testimonio que dan los medios de comunicación de la labor de nuestro Alcalde es que un Museo premiado en múltiples concursos de arquitectura va a compartir edificio con un tanatorio. He ahí la agregación y el estrato, la capa de memoria para la historia de este pueblo de un Alcalde que lo mas que puede decir de un escritor es que de pequeño se aprendió unas poesías suyas en el colegio.


El Ayuntamiento contruye un Tanatorio en el Museo del Agua


Estado actual del Museo del Agua